Los nuevos caminos del libro en Chile
MICROEDICIÓN AL
FRENTE
Mientras las editoriales
establecidas se alejan cada
vez más de los nuevos autores
para asegurar niveles de
venta, las microeditoriales
hacen el trabajo de dar tiraje
a las nuevas voces de la literatura
nacional. pero, ¿es
posible generalizar el trabajo
de las microeditoriales?
el siguiente reportaje trata
de dividir el campo a partir
de ciertas experiencias.
El auge microeditorial actual tiene su origen
en la falta de industria editorial dispuesta a
apostar por libros de relativa proyección comercial,
en contraste con una abundante producción
escritural incentivada en talleres de
centros culturales y especialmente por la Beca
de Creación Literaria del Fondo del Libro, que
entrega tiempo y dinero para la redacción de
una obra, que, en definitiva, no va a ningún
lado, ya que, excepto los consagrados que repiten
el beneficio, los autores deben buscar y
rebuscar quien los edite.
El objetivo es ese libro formal, obsesión de escritores
amateurs y profesionales con lomo y
del mejor material posible, dejando el sistémico
formato del blog atrás. Pero habitualmente
las expectativas tienden a no cumplirse. En el
camino quedaron las papeletas de rechazo de
las multinacionales y la falta de respuesta de las
editoriales nacionales independientes de respeto.
LA CONDICIÓN
OBJETIVA.
La mayor o menor profesionalización de estas
microeditoriales puede estar ligada al tiempo
que le dedican estos gestores/editores a su labor.
Pero parece haber una relación inversa en
calidad literaria a tiempo dedicado. Mientras
un editor que lleva a cabo todo el proceso ad
honorem le significa desgate mental y hasta
económico, el editor independiente que ha de
vivir de su labor está supeditado al bolsillo de
sus autores. Así, el trabajo que no busca lucro
es casi un punto de vista llevado a cabo
de manera tangible, mientras que el que paga
por especificidad de conocimientos paga por
servicios, algo que no le ha de ser negado.
El tiraje básico llega a los cien ejemplares, y
la respuesta de los medios está habitualmente
determinada por los contactos. No llegan a los
malls sino a una limitada cantidad de librerías.
NUEVOS FORMATOS.
Gracias al trabajo microeditorial el libro formal
dejó de ser una opción única. En esta
línea podemos observar las publicaciones de
ediciones Cuadro de Tiza, Perro de Puerto,
Nihil Obstat, Economías de Guerra y Contraluz
entre otras, que son fabricadas en casa,
así como las hechas con cartón de Animita
y Canita Cartonera (realizadas en presidio),
variantes nacionales de Eloísa Cartonera, el
justificado origen argentino.
Estas hechuras de libros tienen un carácter
político, ya que desechan el formato del libro
transnacional, algo después de un rato lógico:
¿por qué un libro hecho en una región de
Chile debe tener la misma factura que uno
hecho es España? ¿por qué una publicación
que viene a cerrar un proceso de un autor debe
mantener los estándares superficiales de calidad
de un best seller?
Pero superando lo formal las microeditoriales
están haciendo las tareas más allá de la publicación
de las nuevas voces: traducen tanto
literatura (Abejas de Silvia Plath, Cuadro
de Tiza), como pensamiento (Millenium de
Hakim Bey, Nihil Obstat), investigaciones
tradicionales (Manual de Ginecología Natural
de Pabla Pérez, La Picadora de Papel) y
rescatan a voces chilenas establecidas (Medianía
de Marcelo Mellado, Economías de Guerra)
o perdidas (Prosa rescatada de Carlos Pezoa
Véliz, Ediciones Perro de Puerto). Además, están
abiertas a los cómics y a libros de arte. Lo más
importante es que entregan la posibilidad de generar
cánones distintos a los establecidos tanto en
el ámbito académico como en el comercial.
OPORTUNIDADES Y
TRAMPAS.
Ya lleva dos versiones un concurso del Fondo del
Libro de apoyo a las microeditoriales. En sus importantes
beneficios está la posibilidad de equipamiento
y capacitación. En sus exigencias, estar
acreditado como editorial frente al Servicio de
Impuestos Internos, lo que sistematiza una producción
no legalizada. Esto sin duda divide a las
microeditoriales entre las que se visualizan como
una empresa y las que tienen una posición que va
más de lo económico.
Para entender que no existe una manera de concebir
la microedición, aquel requisito fue solicitado
por los representantes de La Furia del Libro,
que es sin duda una iniciativa notable pues cualquiera
proyecto puede participar. -sin restricción
tributaria-, son realizadas en espacios culturales
contingentes y en cada versión va logrando generar
un público específico para la edición independiente.
Quizá el limitante básico es la sospecha, algo demasiado
arraigado en el país. De cómo entregar
fondos a proyectos de relativa duración, siendo
que lo importante son los libros, no quiénes los
producen. Un caso que podría representar las
limitaciones de tal exigencia es el colectivo La
Faunita, que llaman a sus publicaciones libros decimales
“pues la nuestra es una escritura que se
resiste a la Unidad del Libro. A diferencia de la
escritura envasada en un Libro, la nuestra demanda
circular de mano en mano, escurrirse antes que
distribuirse”, como apunta Felipe Becerra. Cabe
decir La Faunita no hace distribución formal y
sus libros se consiguen a través de trueque. Si este
fuese un grupo automarginado por los premios y
la crítica-Becerra y Maorí Pérez han obtenido el
premio Bolaño y positivos comentarios de sus publicaciones-
no habría forma de fundamentar lo
siguiente: ¿es en realidad necesario presentar un
proyecto empresarial para editar libros y conseguir
el apoyo del estado?
Girando sobre este eje también sería posible preguntarse
si lo necesitan proyectos de este tipo.
Pero al fin este tipo de exclusiones dividen el acto
microeditorial hasta el punto de generar veredas
entre quienes están dispuestos a tributar, pagar el
ISBN -que en Chile tiene un monopolio pese a
que en otros países se puede autogenerar a través
de la web- y los que no, que mientras el ánimo
dure funcionan como células inquietantes de una
de certeza: no es concebible depender de una fundación
ni de un fondo para hacer libros ni menos
para escribirlos.
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