lunes, 6 de junio de 2011

De "Mercado El Cardonal"(ilustraciones de Daniel Jorquera)

En esos tiempos, en el primer piso, tanto en el interior como en el exterior, se hacía la venta al por mayor. De esta forma, en el segundo piso había un mar de gente, un mar que llenaba todos los espacios, pese a que todavía primaba la oscuridad.

Vuskovic ya trabajaba en su pescadería, que daba por el segundo piso para el pasillo de Uruguay con Brasil. Ahí los empleados que trabajaban con él comenzaban con la faena:

“…lo más difícil eran los locos, porque los locos llegaban en las conchas. Había que sacarlos, y mi papá tenía dos o tres empleados, y ellos en unos sacos tenían que golpearlos, en el suelo del puesto, que era de cemento, firme, para que se ablandaran, y así los mandaban a los restaurantes. Muertos ya, digamos” (Sergio Vuskovic, hijo de dueño de pescadería).

Eso era parte de la preparación, y con los locos iban los congrios a los restaurantes más finos de la ciudad que el pescadero abastecía, a través de un sistema de órdenes entregadas a los que manejaban carretas con caballos.

Y así como galopaban en el plan, en los cerros empezaban a llegar las mercaderías, en ramplas tiradas por cuatro caballos. El Amable Canelo, un niño, los sabía venir cuando escuchaba a un hombre gritar ¡YA! sobre las riendas y azuzar a los animales. Era la última subida, ya habían pasado cuatro tiradas iguales en que avanzaban un tramo y se detenían para escalar el cerro Los Placeres. Algunos caballos arrastraban el fierro largo y dos quedaban tirando por los costados. Las ruedas grandes de atrás avanzaban rectas y las pequeñas delanteras iban girando según la necesidad. A medida que se acercaban al establo, la subida se hacía insoportable para los animales. Los cargadores patipelados le ponían el hombro mientras el más joven de ellos giraba una manivela que aseguraba que no se fueran hacia atrás, una especie de freno de mano atornillado en el momento, que los patipelados terminaban por reforzar colocando pedazos de madera.

Al fin, en el establo, los caballos descansaban, pero no estaban solos, había otros con ellos. El Amable Canelo miraba con sus primos cómo aseaban a los animales, en el camino que hacían para buscar la leña que calentaría a su familia, porque en el cerro había, no había necesidad de comprarla.

Paulatinamente, llegarían vehículos que reemplazarían las carretas:

“Yo nací el 54, yo creo que con los Fores, Ford 60, me acuerdo que el señor Miranda, que era un carretero, que manejaba las carretelas, es cuando viene el progreso. Como eran bastantes los recursos que tenía, producto de que el hacía todos los fletes en la rampla, porque era el vehículo más moderno de la época, el hace un gran esfuerzo, vende los caballares todo eso, y pasa a tener vehículo, y eso me quedó marcado a mi, porque el Enrique, el hijo de él, aprendió a manejar, que le costó bastante. Y ahí empezó a hacer el transporte en camión, y más o menos yo tenía como 6 años, 7 años” (David Silva, pilastero).

Pero mientras un hombre abandonaba una forma de transporte, un niño aprendía otra:

“…aprendí a los 8 años, ahí mismo aprendí a manejar. Mi abuelo me tiraba pa´ arriba y me decía: ya, maneja. En dos semanas ya sabía ya. De repente habían caballos que eran no sé, pa´ pararlos, que eran muy duros, se me arrancaban. Entonces ahí lo pescaba mi abuelo, o mi hermano, que era mayor (Sergio Muñoz, fletero).

En la noche anterior, un hombre cualquiera comienza a beber sin motivo aparente por algo que ya no recuerda, con amigos del pasado, amigos de buena posición social. Pierde el sentido con el trago, y se abandona a un destino azaroso que lo lleva a un hogar para dormir.

A ese hombre cualquiera lo despierta el ruido de unos caballos galopando:

“…de manera que en duermevela/a eso de las 5 AM

Uno despierta creyendo que amaneció en otro siglo

O que un carruaje viene por uno:

El carruaje de la muerte o el amor. Y así despierta”

- Por una cabeza,

Germán Carrasco

El hombre se asoma a la ventana, y ve un carro con caballos acarreando mercaderías por la empedrada Rawson, pasando por el lado de una montaña de basura fuera del Cardonal, de la cual varias personas rescatan lo que pueden salvar, incluso su amigo, incluso unos perros, incluso unos niños. Eran tiempos difíciles e impredecibles.

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